martes, 10 de octubre de 2023

Leyenda San Jovita

 

San Jovita



 Después de la batalla de Talavera, en julio de 1809, los franceses se resarcían de la derrota a primeros de julio, con la toma de Plasencia por el mariscal Soult, que venía victorioso desde Bejar.

El pánico de los Franceses fue tan feroz que los habitantes de Plasencia abandonaron la ciudad. Sólo hacía 1813, con la ofensiva hispano-inglesa de wellington se pudo decir que Extremadura era definitivamente libre.

 Por esas fechas se trocaron los papeles. Las derrotas  habían cambiado de signo, y en no pocas batallas y en muchas escaramuzas los franceses eran perdedores.

 En una de estas reyertas, cuando los gabachos, a duras penas, podían imponer su ley, un destacamento había marchado  a imponer requisas por tierras de Alagón para unas tropas que muy pronto abandonarían la ciudad.



 Cuando regresaban con sus mulas cargadas de viandas, los carcaboseños, escondidos como demonios entre las cárcabas del río Jerte, cayeron sobre los franceses de forma totalmente inesperada. Como extrenjeros, no supieron hacer otra cosa que cruzar el río con sus cabalgaduras aligeradas del peso que traían y huir hacia Plasencia.

 En las mismas orillas del agua se quedaron sacos, reses degolladas, pellejos de vino, aceite y un pobre desgraciado francés malherido en el ataque. Tumbado en tierra, revolcándose en el aguay en su sangre, esperaba su liberación con una muerte irremediable a manos de aquellos mismos, momentos antes, habían robado y escarnecido. De rodillas imploró perdón, y quiso el cielo que aquellos rudos labriegos, nobles de sentimientos, no sólo lo perdonaran, sino que se lo llevaron a Carcaboso para curarlo.



 En un portalón viejo de las casas achaparradas lo limpiaron y vendaron sus heridas. Más aún, el pueblo se encargó de su cuidado hasta que pudo valerse pos sí mismo.

 Todos los días aquél soldado, en la casa donde fue acogido cristianamente, veía rezar y rezaba. El también era creyente.

 Le llamó la atención el rezo a un santo para él desconocido: San Jovita. Era patrono del pueblo,  y todos los habitantes le habían confiado la defensa de sus vidas.

 Ellos podían presumir muy poco, porque eran unos cuantos habitantes agazapados en la orilla del río, cercanos a la famosa Vía de la Plata. Sólo tenían el orgullo de su puente romano, ya un tanto maltrecho. Por allí cruzaban en sus caminatas hacia Plasencia.



 El consuelo, único en aquellos momentos, les venia de una iglesia pobre subida en un pequeño terraplén. La indigencia del templo del templo era tanta que para poder poder tener pórtico habían quitado dos miliarios (Un miliario o piedra miliar, palabra proveniente del latín miliarium, es una columna cilíndrica,  Oval o paralelepípeda que se colocaba en el borde de las calzadas romanas para señalar  las distancias cada mil passus, es decir, cada milla romana, lo que equivale a una distancia de aproximadamente 1480 metros)  y las utilizaban como columnas.

 Antes de marcharse el francés, aristócrata y militar de excepción, quiso recompensar al pueblo por la vida y las atenciones que le habían prodigado.

 Pensó que nada mejor para aquellos hombres religiosos que regalarles una imagen de su patrón San Jovita.

 Dos veloces arrieros de Carcaboso fueron a Torrejoncillo, pueblo cercano, famoso por su artesanía de paños y curtidos, con excelentes orives y algunos artesanos de la madera, y contrataron la talla.

 Pronto, en las fiestas patronales de febrero, ya estaba la imagen en el pueblo.

 Más tarde, la devoción a San Jovita y el pueblo conocieron un ritmo ascendente, tanto que se trasladaron las fiestas a septiembre, en los mismos días de la feria, porque mientras las ferias menguaban, el entusiasmo santoril iba en aumento.

 Pasado un siglo, Carcaboso recibió el premio por su singular devoción a San Jovita. Desde Brescia, la patria del ilustre mártir, le llegó una reliquia, que guardan con singular veneración.



 El decreto de de autenticidad dice así:

 “Luis Morstabilini, por la gracia de Dios y de la sede Apostólica, Obispo de la Santa Iglesia de Brescia: A todos y cada uno de los que lean estas nuestras letras, damos fe y testimonio que Nos, para mayor gloria de Dios Omnipotente y la veneración de sus Santos, tomamos de lugares auténticos, reconocimos y colocamos una sagrada  partícula de los huesas de los Santos Faustino y Jovita, en una caja de metal plateado, de forma redonda, la cual, bien cerrada, cosida con hilo de seda de color rojo y sellada con el sello menor de Nuestra Iglesia de Brescia, hicimos donación a la Orden de Frailes Menores, con facultad de retenerla consigo, de donarla a otros y de exponerla a la pública veneración de los fieles en cualquier iglesia, oratorio o capilla.

En fe de lo cual mandamos expedir por medio de nuestro Canciller, estas letras testimoniales, suscritas de nuestra mano y selladas con nuestro sello.

Dado en Brescia, Palacio Episcopal, el día 28 de abril de 1975.

Luis Morstabilini, Obispo”.

El destino final de esta reliquia es Carcaboso, un pueblo de Extremadura, que cada año celebra gozoso la festividad de su patrón San Jovita los día 20, 21 y 22 de septiembre.

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