DOÑA
MARÍA LA BRAVA
Ya
estamos adentrándonos en Salamanca y quiero compartir una leyenda famosa que me
llamó mucho la atención.
Salamanca
siempre ha sido una ciudad de bandos, de antaño y de hogaño. En el S. XV, la
ciudad estaba dividida en dos bandos, que cada dos por tres tenía fuertes
enfrentamientos. De una parte, el bando de san Benito, compuesto por las
familias Acebo, Pereira, Anaya, Figueroa, Ribas, Fonseca, Sotomayor, Gondínez,
Maldonado, Hontiveros, Manzano, Paz y Nieto. Y, por otra parte. La facción de
Santo Tomé, integrada por los Puertocarrero, Monroy, Valdés, Enríquez, Ovalle,
Araújo, Varillas, Flores, Montesinos, Valdés, Miranda, Tejada, Villafuerte y
Almaraz. Hasta el punto que la ciudad quedó dividida físicamente por la Plaza
del Corrido, límite que nadie se aventuraba a cruzar, por lo que terminó
convirtiéndose en tierra de nadie.
Un
conflicto que solamente terminaría con la reconciliación que propició San Juan
de Sahagún, que en septiembre de 1476 reunió a los bandos y consiguió que
firmaran el Acta de la Concordia. Beatificado por el Papa Clemente VIII en
1868, sería nombrado patrón de Salamanca.
Dice
la leyenda que Doña María Rodríguez de Monroy, que ha pasado a la historia como
“La Brava”, era natural de salamanca, a una casa que todavía se conserva y que
lleva el su nombre. No obstante, no tardaría mucho en quedar viuda y con dos
hijos a su cargo: Luis y Pedro.
En
uno de los habituales enfrentamientos entre ambos bandos, en esta ocasión por
una disputa derivada en un juego de pelota, los hijos de Doña María serían
asesinados por los hermanos Manzano. Del bando de San Benito. Después de esto
y, para evitar represalias, los hermanos huyeron a Portugal y Doña María, que
en aquellos momentos no se encontraba en la ciudad, regresó a Salamanca para
dar sepultura a sus hijos.
Al
no haber varones en la familia que pudieran vengar la muerte de Luis y Pedro,
Doña María salió en busca de los asesinos, haciendo creer a todo el mundo que
en realidad iba a pasar una temporada en Segovia para sobreponerse a la
pérdida. Una vez fuera de la ciudad y habiéndose asegurado de que nadie la
seguía, tomó dirección a Portugal, donde logró encontrar a los hermanos
Manzano, a los que sus hombres dieron muerte y después los decapitó. A su
regreso a Salamanca, se trajo las cabezas de ambos y las depositó sobre las
tumbas de sus hijos, en la iglesia de Santo Tomé. No obstante, otras versiones
de la historia cuentan que las mandó a clavar en la propia fachada de su casa.
Fuera como fuera, lo cierto es que a partir de este momento pasaría a ser
conocida como María La Brava.
Como
es obvio, este acontecimiento dio lugar a más violencia y más enfrentamientos
entre ambos bandos, hasta que intervino el padre Juan de Sahagún.
La
Casa de María la Brava se encuentra situada en uno de los lados de la Plaza de
los Bandos. Un edificio construido en el siglo XV que presenta los elementos
arquitectónicos típicos de las casas nobles de la época, con escudos familiares
sobre la balconada y portón con arco de medio punto, con grandes dovelas de
cuyos salmeres nace una moldura que rodea los escudos, el balcón y la toza de
piedra labrada de cardinas naturalistas que se encuentra sobre el balcón. El
escudo principal se ubica en el centro y pertenece a los Enriquez de Sevilla.
El de los Monroy se sitúa a la izquierda y el de los Maldonado a la derecha.
La
casa cuenta con un espacio zaguán y una bandera y una escalera no muy grane que
corresponden a las modificaciones realizadas durante el siglo XVII. Buena parte
del siglo XX acogió las dependencias del Centro Farmacéutico Salmantino y en la
actualidad se ha remozado para hacer un hotel. Sin embargo, no está abierto al
público, por el que no es posible la entrada al interior de la vivienda.
Muy
cerca se encuentra la Casa de los Manzano. Si entras por la calle de Espoz y
Mina, a la izquierda de esta casa, una calleja nos lleva hasta la Plaza de la
Libertad. A mano derecha se encuentra la Casa de los Manzano, ocupada
actualmente por las dependencias del Oager. Es muy fácil reconocerla por las
banderas de su fachada, propias de un organismo oficial. Es de estilo gótico y
fue construida entre los siglos XV y XVI. La fachada presenta una puerta
renacentista adintelada, recuadrada con un alfiz y un centrado balcón de
balaustrada castellana.
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