Historia de “La
Encantamenta del manantial del Buen Cristiano”, originaria del Valle de la
Serna
A su paso entre dos sierras cercanas
al Valle de la Serna, el arroyo de El Buen Cristiano forma dos escarpas
roqueras proclives a la leyenda.
Cuenta que en ese lugar, durante el segundo tercio del siglo XIII, vivía en una cabaña un buen cristiano cuyos únicos tesoros eran una pequeña huerta y una bella hija tan cristiana como su padre, enamorada y correspondida por un apuesto joven del pueblo con quien estaba ya comprometida.
Pero un mal día, un viejo santón morisco apareció en la zona y , con malos hechizos y encantamientos, consiguió que la joven renunciase a su amado, a su padre y a su religión. Y una terrible noche la joven desapareció.
El joven enamorado, que salió en su búsqueda jurando no regresar sin ella, apareció muerto al día siguiente a los pies del manantial.
Al poco tiempo su padre murió de pena, y de su hija no volvió a saberse nada. Solo cuando ya habían transcurrido varias generaciones comenzó la leyenda.
Y es que en ese mismo lugar, y en las noches claras de luna llena, se escuchaban unos gritos lastimeros, unas voces semejantes a alaridos de fieras heridas y otras a lamentos infantiles.
El lugar comenzó a considerarse maldito y ella pasó a estar encantada. Un encantamiento que solo puede romper un galán soltero que llegue durante la noche y con la única intención de desencantarla, y que tiene que realizar tres llamadas desde una de las rocas.
La última vez que se intentó fue un fiasco. La Encantamenta apareció ante el predispuesto mozo con la apariencia de una anciana decrépita y deforme que de repente se transformó en una lozana joven de gran belleza que solicitó al joven que se lanzase tres veces consecutivas desde uno de los canchos hasta el suelo. La altura sobrepasaba poco más de una vara, por lo que el mozo no le concedió la menos importancia y realizó los dos primeros lanzamientos sin mayores problemas. Pero al intentar lanzarse la tercera y última vez, se presentó ante sus ojos un tremendo precipicio y, acobardado, desistió. Una vez abandonada la empresa comprobó que la tímida sima era solo una alucinación y que la altura era la misma que en las otras ocasiones.
La paciente encantada dio una ultima oportunidad al mozo, mostrándole un segmento de hilo negro para ser ovillado antes de la salida del sol. Comienza el joven su tarea y el hilo parece no tener fin, ya que el ovillo alcanza el tamaño de una naranja y aún continúa saliendo. Sigue ovillando horas y horas, y ya el ovillo es del tamaño de una sandía y el hilo no termina. El sol está a punto de aparecer por encima de los tejados del pueblo, y el mozo abandona su trabajo y corta el hilo.
Entonces La Encantamenta pierde toda
su paciencia adolescente y se muestra, de nuevo, como una vieja decrépita y fea
que increpa al que pudo ser su definitivo amante con estas palabras:
-¡Solo te quedaba media vara para
terminar de ovillar y me quedas encantada para siempre!
En ese momento desapareció, justo cuando el sol salía iluminando el paraje de El Buen Cristiano .
Y dicen que el mozo murió de pena poco tiempo después y que el paraje sigue estando maldito u La Encantamenta sigue estando encantada, esperando al valiente que consiga redimirla de su eterna condena.
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