UNA LLAVE ATAREADA
Una llave atareada
siempre está ocupada. Su eterna vacación de ayuda le impedía descansar. Así era
feliz, y jamás reposaba ni quedaba quieta. Robusta, grande y de hierro forjado,
coronaba su fuste una calandria tallada en perfecto relieve, El paletón y los
dientes eran tan gruesos que la hacían inconfundible. Tenía un oído
extraordinario y poseía el don de convertirse en invisible. Aunque su peso es
sustancialmente superior al de cualquier ganzúa o artilugio similar, su
agilidad y destreza son impresionantes.
Una tarde, apenas
ocultarse el sol, salió con urgencia para abrir un viejo arcón de madera.
Estaba tan oxidada su cerradura principal, que era casi imposible hacer girar
el llavín.
Entonces la llave
atareada, viró una y otra vez y, como si fuera magia, el arcaico cofre se
abrió. Algo parecido sucedió ese mismo momento atardecer, aunque más entrada la
noche, con un enorme baúl de gruesa piel, totalmente adornado con toda clase de
figuras geométricas en bronce. No había manera de separar del resto su pomposa
tapa abovedada. La llave atareada sudaba, se aceleró su pulso y advirtió un
tanto de agitación.
Pero, e repente, se
levantó la parte superior del vetusto cajón. En ese mismo instante y sin
quererlo, las violetas fauces del decorado y barroco baúl atraparon a la llave
atareada. Quedó encerrada en la completa oscuridad. Tenía que salir. No podía
permanecer allí mucho tiempo. Tenía importantes tareas por cumplir.
Hacía frío dentro del
receptáculo el cual, aunque tapizado con espesa felpa roja, dejaba pasar el
aire por sus resecas y resquebrajadas paredes. Se estiró una y otra vez, para
alcanzar la cerradura.
Pero su salto no era
lo suficientemente grande. Trepó apoyando su paletón en los pliegues que
cubrían el interior, resbaló y se desplomo, estrellando su cabeza entre algunos
trastos que había dentro. Entonces, optó por volverse invisible. De este modo
su cuerpo, tenue e inmaterial, pudo colarse fácilmente por el enmohecido
cerrojo.
Una vez fuera,
recupero el aliento, y continuó rápidamente su trabajo. Estaba contenta, muy
contenta. Así de activa y dinámica es la vida de la llave atareada.
Puede abrir puertas,
cajones, cajoncillos, cofres, baúles, arcones, archivos. Es capaz de desatascar
las cuerdas de los relojes y hacerlos funcionar, y de las cajas musicales, que
de inmediato lo celebran haciendo sonar hermosas melodías.
Pero, lo más grandioso
de la llave atareada, es que tiene la habilidad de abrir corazones, Sí, esos
corazones rígidos y gruñones. Y aquellos otros rencorosos, ofendidos, irritados
o enfadados. Todos abren sus puertas, y se vuelven solidarios, amables, comprensivos
y cariñosos.