“VI UN PUNTO DE LUZ
CON UNA IMAGEN EN EL INTERIOR”
Javier Rioja Guerra
(48 años, empresario
del sector de energías renovables. Barcelona).
“En 1988 cumpliendo el
servicio militar en la Academia General Básica de Suboficiales. Me encargaba de
ser el chófer del coronel al mando.
Cuando llevaba unos
ocho meses de mili, un compañero me contó que mi novia de Tremp me la pegaba
con un teniente. Cogí el coche del coronel y bajé al pueblo a buscarla. No la
encontré a ella, pero sí a dos compañeros recién licenciados que necesitaban
llegar a Lérida para coger el tren y me convencieron para que los llevase.
Yendo ya de camino, en una curva, la carretera desapareció y nos vimos volando
por un barranco. Por el aire cortamos la copa de un gran pino, dimos la vuelta
y caímos boca abajo al campo.
El suelo donde
aterrizamos estaba arado y el capó se enterró casi por completo. Recuerdo ver
las ruedas girando con el coche clavado en el sembrado, mientras yo subía cada
vez más rápido, alejándome, sin saber hacia dónde. Me sentía liberado, como si
hubiera estado comprimido dentro de una botella y de golpe saliera de ella.
Podía apreciar un punto de luz al final que se hacía grande, con una imagen en
su interior. Era mi madre en la cocina de casa fregando los platos con un
delantal azul. Note que podía desplazar esa luz para ver otras cosas.
Recuerdo ver a un
amigo Toni en la cantina, a mi hermana en su casa de Venezuela, cogiendo un
teléfono de color rojo que sonaba, a mi abuela abrazándome, mi primer beso con
la chica, el agua correr en la riera en el bosque cercano a mi casa, a mi
hermano Carlos haciendo ondas con el humo de un cigarrillo…
De repente la imagen
cambio y repasé aquel día de principio a fin. Ahí noté como alguien me tocaba
preguntándome si me encontraba bien. Abrí los ojos y noté algo que me caía en
la cara. Yo estaba tumbado en el techo del coche volcado y mi acompañante
colgaba del cinturón de seguridad sobre mí. Pregunte qué sucedía y me
respondieron que habíamos tenidos un accidente. Me desmayé. Cuando recuperé el conocimiento
despertaba de un coma de dos días en un hospital de Lérida. Los tres salvamos
la vida aquel día.
Tras esta experiencia
perdí por completo el temor a la muerte y aprendí a valorar mucho más las cosas
que nos rodean. Durante un tiempo lloraba por nada, me convertí en un
sentimental que amaba a todo el mundo. Desde entonces procuro enfocar mi vida
en ayudar a los demás”
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