miércoles, 15 de noviembre de 2023

APRENDER A PERDER

 

APRENDER A PERDER

Carlos miraba desde la grada los últimos minutos del partido de su hija. A sus dieciséis años, acaba de fichar por un equipo juvenil de fútbol que aquella tarde estaba ganando por uno a cero.

Cuando el árbitro pita el final del partido, las jugadoras fueron a abrazar a sus rivales.

Orgulloso con el debut de su hija, aunque el único sol lo hubiera marcado el equipo contrario en propia puerta, Carlos la esperó frente a los vestuarios para volver con ella a casa. Sin embargo, al salir, ya duchada y cambiada, le dijo:

- Llegaré a casa en una hora, papá. Tenemos una merienda con el equipo.

- Claro, supongo que quieres celebrar la victoria con tus compañeras.

- Voy con ellas, sí, pero también con las rivales. De hecho, las invitamos a merendar.

- ¿cómo es eso -preguntó sorprendido.


- Es una regla de Joan, nuestro entrenador. Las que ganan invitan a merendar a las que pierden.

- Entiendo… Se trata de consolarlas en la derrota. Una vos cascada sorprendió a Carlos, que al girarse descubrió a un anciano en chándal.

- Al contrario, de lo que se rata es de aprender de los que pierden, por eso mis chicas pagaran la merienda. Por cierto, ¿tiene usted prisa? Acostumbrado a subir ese monte después de los partidos en nuestro campo, y me gusta ir acompañado.

Carlos resopló, agobiado, a la vez que valoraba la pequeña montaña justo al lado del estadio. No tendría más de doscientos metros de altura, así que se podía subir y bajar en una hora. Para no ser descortés, aceptó la invitación y los dos se encaminaron en silencio por el sendero.

Cuando ya habían cubierto la mayor parte de la cuesta, Joan explicó:

- Una vez al mes pido a las chicas que suban y bajen esta montaña. Es parte de la formación vital.

- Igual que invitar a las perdedoras, ¿no? -dijo Carlos, que no entendía qué sentido tenía subir y bajar un monte, más allá del ejercicio físico.

- De hecho, se trata de lo mismo. La montaña es una metáfora de la vida y nos enseña a ganar y perder. Durante la primera mitad de la vida, subimos la montaña y vamos ganando cosas por el camino. Acumulamos conocimientos, posesiones, éxitos… Somos jóvenes y enérgicos y cuando llegamos a cima miramos el mundo desde arriba y gritamos: “¡He llegado aquí arriba! ¿He conseguido esto y lo otro!”.

Aquel grito coincidió, efectivamente, con su llegada a lo más alto del monte, desde donde se apreciaba el estadio a vista de pájaro. En aquel momento, el jardinero regaba el campo.

La voz del anciano sacó a Carlos de aquella calma tras el esfuerzo con una pregunta indiscreta:

- ¿Qué edad tiene usted?

- Cincuenta y cuatro. Tuve a mi hija de mayor.

- Eso es fantástico… Entonces ya ha empezado a bajar la montaña, como haremos nosotros ahora -dijo invitándole a iniciar el descenso-. ¿Está preparado para perder?

- ¿A qué se refiere exactamente? -preguntó Carlos, algo irritado.

- A no ser que vaya a vivir ciento veinte años, probablemente usted ya ha llegado a la cima y ha mostrado al mundo sus logros. ¿Está satisfecho?

- Supongo que si -dijo mientras bajaba por un camino distinto-. He conseguido trabajar en lo que me gusta y en mi sector soy respetado. Tengo mi casa pagada y mi hija ya vuela sola. En un par de años irá a la universidad y le veré poco el pelo, porque quiere estudiar fuera. Asegurando cada paso, el anciano respondió:

- En esta fase tendrá que aprender usted a perder, y no solo a su hija.

- ¿Se ha propuesto deprimirme, Joan?

- ¡No! Solo que disfrute de cada etapa. ¿O es que la subida a una montaña es mas bella que la bajada?

Carlos contestó.

- Cuando descendemos la montaña de la vida -siguió el entrenador-, no solo vemos partir a nuestros padres mientras nuestros hijos empiezan a emanciparse. Por el camino vamos dejando amistades, gente con la que teníamos mucho en común y que ha elegido otras rutas…

- Pero duele decidirse de aquello que amamos.

-Por supuesto que duele, pero el dolor prueba que estamos vivos y en constante evolución. En la bajada de la montaña despedimos a personas, nuestro cuerpo no funciona como antes… aunque ganamos otras cosas a cambio.

- ¿Qué cosas?

- Mayor comprensión de la vida. En la subida acumulamos cosas y en la bajada vamos solando peso para andar más ligeros. Si hemos aprendido las lecciones del camino, cada vez necesitaremos menos y disfrutaremos de cada instante.

Al despedirse, el entrenador puso la mano en el hombro de Carlos y le dijo:

Es cierto que nadie nos enseña a perder en la vida… pero para nuestra felicidad es tan importante como el saber ganar.


Francesc Miralles


 

 

 

 

 

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