“MI PADRE, JOVEN, VINO A DESPEDIRSE DE MÍ”
Cristina Domínguez Sarceda
(48 años, Soprano, Madrid).
“Mi padre falleció un 24 de febrero del 2015. Lo enterramos dos
días después y vivimos todo aquello como si fuera una película, que la ves pero
que no te está pasando a ti. El sepelio se celebró tan rápido que casi no nos
dimos cuenta. Esperábamos que el sacerdote le dedicara unas palabras o que
dijese algo más, pero fue un rito muy poco personal, muy metódico, la misa del
día. Sólo mencionó que se había dedicado a mi padre, pero nada más, y cuando
nos quisimos dar cuenta, ya estaba enterrado y procedían a cerrar la tapa.
Nos fuimos todos de allí, y yo, que estaba agotada, me marché a
mi casa a dormir. Llegó la noche y lo digo clarísimamente: mi padre vino a
despedirse de mí. Me lo encontré, pero además joven, moreno, guapo como él era.
Me estaba mirando con una sonrisa preciosa y con una mirada de amor única. Lo
decía todo. Me dijo: “Estoy aquí aún. No me ha ido todavía porque tenía que
venir a despedirme”. Me dio un vuelco el corazón.
Estaba junto a mí, en mi cuarto, pero al mismo tiempo como en un
entorno hospitalario, y muy joven. Pero aquella aparición, lejos de asustarme,
me dejó como reconfortada. Quedé con una paz tan profunda, que estaba segura de
que mi padre estaba bien”.
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