viernes, 10 de noviembre de 2023

TESTIMONIO DE VIDA

 

TESTIMONIO DE VIDA

“Comprobé que, lo que vi desde arriba, sucedió”

ARTURO GÓMEZ ANDÚJAR

(49 años, responsable se logística de un almacén de suministro de fontanería, Valencia).

“Con 17 años, un día de verano, mi novia y yo decidimos ir a la paya en moto a hacer fotografías. De camino, al cruzar un puente, la rueda patinó y caímos al suelo. La moto y mi novia tuvieron suerte. La peor parte me tocó a mí. Salí despedido y paré con la cabeza de un golpe, sin casco, contra la valla del lateral.

Perdí literalmente el cuerpo y comencé a flotar, viéndome a mí mismo tendido inerte en el suelo con mi novia llorando agachada sobre mí. También recuerdo a un joven que corría hacia allí pidiendo auxilio. Pero la visión cada vez era más difusa porque no paraba de coger altura.


De pronto, mi ascenso flotando boca abajo se detuvo por alguien que me asió por la espalda. Quien quiera que fuera, con una voz amigable y serena, me preguntó “¿Dónde vas?” y sin dar opción a responder continuó “Este no es tu momento. Tienes aún muchas cosas por hacer”.

Recuerdo que me volví para ver a aquel ser. Vestía una túnica blanca, tenía un pelo rubio algo largo y una cara que no se veía bien, pero infundía confianza y tranquilidad. Meditando aún las palabras de mi inesperado interlocutor, de pronto me sentía como si fuera viajando cómodo y feliz en un vehículo grande y lujoso, con mucho espacio y un gran motor. Pero en seguida esa sensación desapareció y empecé a notar sangre.

Fue cuando realmente tomé consciencia de lo que había pasado. Desperté en un coche que resultó ser del chico que desde arriba había visto correr. Vivía junto al puente, y al ver nuestro accidente acudió en nuestro auxilio. Dada la gravedad de mi estado, decidieron enviarme a la clínica San Juan de Dios de Valencia.


Ya en quirófano, el médico que me atendió no daba crédito. Tenía múltiples fracturas craneoencefálicas. Precisaba suturas por las cejas, por la sien, por la barbilla, de hasta cincuenta puntos. Estaba vivo de milagro. Pero lo más increíble de todo es que yo me encontraba bien, no sentía dolor, ni siquiera me hacía daño al pasarme la aguja y el hilo. Estaba charlando y bromeando con las enfermeras como si nada grave hubiera pasado.

Una vez que todo acabó, comenté mi experiencia con mi novia y comprobé que lo que había visto desde arriba era exactamente lo que había ocurrido. Me ha dado mucho que pensar. No es, desde luego, algo que se vaya contando alegremente a todo el mundo.

Lo que me pasó me lleva a pensar que todos tenemos a alguien que está ahí, junto a nosotros, protegiéndonos, aunque no lo veamos. También estoy convencido de que sí que hay vida después de morir: no como ésta, pero la vida continua”.



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