lunes, 27 de noviembre de 2023

LAS DOS TINAJAS

 

LAS DOS TINAJAS

Un vendedor de agua repetía cada mañana el mismo ritual: colocaba sobre sus hombros un aparejo que tenía, y a cada punta del aparejo amarraba una tinaja. Después salía al camino del río, llenaba dos tinajas y regresaba a la ciudad para entregar el agua a sus clientes.

Pero una de las tinajas tenía muchas grietas y dejaba filtrar mucha agua. La otra tinaja era nueva y estaba muy orgullosa de su rendimiento, ya que su dueño obtenía mucho dinero con la venta del agua que ella llevaba.

Al cabo de un tiempo, la pobre tinaja agrietada se fue acomplejando y sintiéndose inferior a la otra. Tanto, que un día decidió hablar con su patrón para decirle que la abandonara, por ser ya casi inservible.

-Sabes? -le dijo muy triste-, soy consciente de mis limitaciones. Yo sé muy bien que conmigo tú dejas de ganar mucho dinero, pues yo soy una tinaja llena de grietas y, cuando llegamos a la ciudad, estoy ya medio vacía. Ya no hay nada que hacer. Por eso te pido que me perdones mi debilidad. Compra otra nueva que pueda hacer mejor el trabajo, y abandóname a mí en el camino. Ya no te sirvo…

-Muy bien -contestó el dueño-; pero ya hablaremos mañana con más calma.

Al día siguiente, de camino hacía el río, el vendedor de agua se dirige a la pobre tinaja agrietada y le dice:

-Fíjate bien en la orilla de la carretera y dime lo que estas observando.

-Nunca me había fijado -respondió la agrietada tinaja-, pero, en honor a la verdad, me doy cuenta de que el borde de la carretera está lleno de flores. ¡Es algo muy hermoso!


- Pues bien, mi querida tinaja -repuso el vendedor-, quiero que sepas que, si las orillas de la carretera son como un bello jardín, es gracias a ti, ya que eres tú quien la riegas cada día cuando regresas del río. Hace ya mucho tiempo que me di cuenta de que tú dejabas filtrar mucha agua. Entonces yo compré semillas de flores de toda clase y, de camino hacía el río, una mañana las sembré en la orilla de la carretera; y tú, al regresar del río, sin saberlo y sin quererlo, estuviste regando mi siembra. Y así todos los días, gracias a tus grietas, muchas semillas nacieron, los botones se abrieron, y cada día gracias a ti puedo cortar unas flores, prepara unos ramilletes y venderlos en el mercado de la ciudad.

Y el buen hombre, inclinándose sobre el camino, comenzó a escoger las mejores flores del día para preparar sus ramilletes.

Y esta vez la tinaja regó aún mejor el camino con el agua que perdía de entre sus grietas y la que brotaba agradecida de sus ojos.

(Cuento indio/Autor: anónimo/ Versión Jorge Bucay)

El cuento nos ilustra como la visión del envejecer tanto de uno mismo como de los demás puede hacer la diferencia. No olvidemos que la vida puede alcanzar su plenitud más tarde de lo que pensamos. Valorar y luchar por mejores condiciones para las personas mayores hoy, es ser consciente de que es plantar semillas que generarán frutos y flores para toda la sociedad.

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