LAS DOS TINAJAS
Un vendedor de agua
repetía cada mañana el mismo ritual: colocaba sobre sus hombros un aparejo que
tenía, y a cada punta del aparejo amarraba una tinaja. Después salía al camino
del río, llenaba dos tinajas y regresaba a la ciudad para entregar el agua a
sus clientes.
Pero una de las
tinajas tenía muchas grietas y dejaba filtrar mucha agua. La otra tinaja era
nueva y estaba muy orgullosa de su rendimiento, ya que su dueño obtenía mucho
dinero con la venta del agua que ella llevaba.
Al cabo de un tiempo,
la pobre tinaja agrietada se fue acomplejando y sintiéndose inferior a la otra.
Tanto, que un día decidió hablar con su patrón para decirle que la abandonara,
por ser ya casi inservible.
-Sabes? -le dijo muy
triste-, soy consciente de mis limitaciones. Yo sé muy bien que conmigo tú
dejas de ganar mucho dinero, pues yo soy una tinaja llena de grietas y, cuando
llegamos a la ciudad, estoy ya medio vacía. Ya no hay nada que hacer. Por eso
te pido que me perdones mi debilidad. Compra otra nueva que pueda hacer mejor
el trabajo, y abandóname a mí en el camino. Ya no te sirvo…
-Muy bien -contestó el
dueño-; pero ya hablaremos mañana con más calma.
Al día siguiente, de
camino hacía el río, el vendedor de agua se dirige a la pobre tinaja agrietada
y le dice:
-Fíjate bien en la
orilla de la carretera y dime lo que estas observando.
-Nunca me había fijado
-respondió la agrietada tinaja-, pero, en honor a la verdad, me doy cuenta de
que el borde de la carretera está lleno de flores. ¡Es algo muy hermoso!
- Pues bien, mi
querida tinaja -repuso el vendedor-, quiero que sepas que, si las orillas de la
carretera son como un bello jardín, es gracias a ti, ya que eres tú quien la
riegas cada día cuando regresas del río. Hace ya mucho tiempo que me di cuenta
de que tú dejabas filtrar mucha agua. Entonces yo compré semillas de flores de
toda clase y, de camino hacía el río, una mañana las sembré en la orilla de la
carretera; y tú, al regresar del río, sin saberlo y sin quererlo, estuviste
regando mi siembra. Y así todos los días, gracias a tus grietas, muchas
semillas nacieron, los botones se abrieron, y cada día gracias a ti puedo
cortar unas flores, prepara unos ramilletes y venderlos en el mercado de la
ciudad.
Y el buen hombre,
inclinándose sobre el camino, comenzó a escoger las mejores flores del día para
preparar sus ramilletes.
Y esta vez la tinaja
regó aún mejor el camino con el agua que perdía de entre sus grietas y la que
brotaba agradecida de sus ojos.
(Cuento indio/Autor:
anónimo/ Versión Jorge Bucay)
El cuento nos ilustra
como la visión del envejecer tanto de uno mismo como de los demás puede hacer
la diferencia. No olvidemos que la vida puede alcanzar su plenitud más tarde de
lo que pensamos. Valorar y luchar por mejores condiciones para las personas
mayores hoy, es ser consciente de que es plantar semillas que generarán frutos
y flores para toda la sociedad.
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