EL BOTE VACÍO
Un monje al que le
gustaba meditar en silencio, decidió un día subirse a un bote y remar hasta el
centro de un lago. Allí estaría mucho más tranquilo y podría meditar mejor. Ya
estaba en el centro del lago y cerró los ojos. ¡Qué paz se respiraba!
Pero de pronto, cuando
estaba en la fase más profunda de sus reflexiones, algo golpeó su barca y le
desconcentró. Le molestó tanto que pensó:
- “En cuanto abra los
ojos, se va a enterar la persona que me golpeó”.
Estaba tan furioso…
Sin embargo, al abrir los ojos, solo vio una barca vacía, que seguramente
arrastró el viento a la deriva hacia allí. Entonces se dio cuenta de que la ira
no venía del exterior, sino que residía en él.
- “Cada vez que me
enoje con alguien -pensó- recordaré que ese enfado está dentro de mí”.
La ira está dentro de
nosotros, aunque pensemos que el culpable está fuera…
La paz interior que
algo externo perturbó hace que pienses que ese algo es el culpable: Tal vez pienses que
existe un culpable para la ira, que algo hizo que te enojaras y que es
precisamente el culpable de que te sientas así. Pero en realidad eres tú quien
escogió la ira como forma de expresión de tu turbación. Las emociones nacen
dentro de nosotros, y debemos ser capaces de controlarlas. ¿Por qué enfadarnos
con alguien si es una emoción que creamos nosotros mismos?
Tú eliges cómo
canalizar esa emoción: Es natural sentir enfado. ¿Cómo no enfadarnos
cuando estamos concentrados en algo y de pronto por causas externas perdemos la
concentración? Sin embargo, está en nuestras manos decidir cómo gestionar ese
contratiempo. Podemos enfadarnos en un primer momento, pero pensar… “no pasa
nada, son cosas que pasan” o bien intentar “castigar” a quien pensamos que
originó nuestro enfado (de forma injusta)
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