EL ANCIANO NOVICIO Y SU HUMILDE LECCIÓN
Un
día, un hombre ya mayor llamó a la puerta de un monasterio:
--Por favor, me gustaría ser novicio y conseguir la paz interior junto a todos vosotros.
Los
monjes le miraron de arriba abajo. Era muy mayor, sí, y parecía un hombre sin
estudios, de campo. Apenas sabría leer, pero… parecía tan entusiasmado con
entrar al servicio del monasterio, que decidieron acogerle junto a ellos. Le
buscaron una tarea que pudiera realizar: la de mantener limpio el inmenso
jardín del claustro. Y así, escoba en mano, el anciano novicio se dedicó desde
aquel día a mantener impoluto el jardín.
Pasaron
semanas, los meses y los años. Y cada vez parecía más feliz. A pesar de que su
tarea era muy sencilla, se dedicaba cada día con esmero a ella. Tanto el abad
como el resto de monjes vieron un gran cambio en él: de pronto parecía un
hombre más sereno, equilibrado. Irradiaba luz y felicidad. Sin duda, habitaba
en él la paz interior. Siempre tenía una sonrisa para todos. Se mostraba
ecuánime e inalterable. ¿Cómo lo conseguía? Un día, decidieron preguntarle:
--
¿Cómo logras esa paz que transmites si lo único que haces cada día es barrer el
suelo?
Y él
respondió muy sereno:
-- No
hago nada especial. Cada día me afano en hacer muy bien mi tarea y pienso,
mientras barro el suelo, que estoy barriendo la basura de mi corazón. Cada día,
no sé cómo, me siento más sereno y feliz conmigo y con los demás.
Y es
que está claro que haces más el que quiere que el que puede…
De este cuento podemos reflexionar acerca de:
-Mindfulness: vive y disfruta cada momento de la vida.
-La Paz
interior.
-El
dominio de las emociones.
-La Humanidad.
-El valor del esfuerzo
¿Sabes qué es el ‘Mindfulness’? Se trata de una técnica de meditación que pretende que seamos conscientes del presente que vivimos y de cada una de las cosas que hacemos, sin pasar por alto la importancia de cada detalle. Valorar lo que comemos, sentir el rayo de sol sobre nuestro rostro… Algo así les enseñó el protagonista de este cuento corto del anciano novicio al resto de sus compañeros. Ser conscientes y vivir con plenitud aquello que vivimos es esencial para mejorar el equilibrio y la paz interior.
Limpiar
basura de nuestro corazón: La bella metáfora
que el anciano novicio utiliza para explicar al resto de monjes por qué se
siente tan feliz es realmente inspiradora. El proyectaba su trabajo hacia su
interior. ¿Qué debía barrer el jardín? Sentía haciéndolo que también se
limpiaba con ello por dentro. Un ejemplo que vino a decir a los monjes: todo lo
que haces tiene una repercusión en tu interior. ¿Tu tarea es cantar? Llena de
música tu corazón. ¿Tu tarea es leer? Nota cómo tu interior se llena de sabiduría…
El Objetivo, el equilibrio emocional: A los monjes les llamaba mucho la atención la serenidad conseguida por el anciano novicio, sin hacer nada especial. ¿Cómo podía estar siempre tan contento si solo barría? No era una tarea especialmente noble y enriquecedora… Sin embargo, el anciano novicio les vino a decir desde su inmensa humildad: “No se trata de tener uno u otro trabajo, sino de sentirse feliz con lo que uno tiene, utilizando su tarea para enriquecerse por dentro”.
La felicidad logra ese equilibrio emocional tan deseado por todos. Quien se siente feliz consigo mismo, irradia a los demás. Lo mismo sucede con la paz interior, que brilla y se proyecta sobre todos los que están cerca.
“Mientras
barro el suelo, pienso que estoy barriendo la basura de mi corazón”
(‘El anciano novicio’)
Conquistar la felicidad: El anciano novicio se sentía feliz porque no sentía ambiciones que pudieran llevarle a la frustración. No deseaba ni más ni menos. Aprendió a valorar lo poco que tenía. Muchas veces nos sentimos infelices porque no podemos tener aquello que deseamos. No siempre se trata de objetos materiales.
A
veces nos hundimos por no poder tener el trabajo que desearíamos tener o la
vida con la que tanto habíamos soñado. No nos damos cuenta de que es mucho más
feliz aquel que desea menos, el que se conforma con lo que tiene y aprende a
valorarlo. No se trata de ser conformista y no luchar por mejorar, sino de ser
consciente de lo que tenemos y hemos conseguido hasta el momento y contemplarlo
como un triunfo.
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