lunes, 21 de marzo de 2022


LA ÚLTIMA ETAPA DE LA VIDA

Echando un vistazo por internet, me ha llamado la atención un artículo de Agustín del Pino Calderín que me gustaría compartir con vosotros. Trata de la vida misma.

                                                 Dedicado a mi mujer y a mi hermana                                                          

“Cuenta una vieja historia que un hombre llevaba a su padre al asilo, como era muy pobre no tenía ningún medio de locomoción y llevaba a su progenitor a cuestas en burro, o sea, en sus espaldas, en un momento determinado se sintió muy cansado y se paró para descansar. Antes de seguir, sentó a su padre en una piedra y él hizo lo mismo en otra. Allí estuvieron un rato callados, al final el padre rompió el silencio y le dijo a su hijo: «Qué casualidad», aquel le preguntó: «¿Por qué padre?» y el viejo le respondió: «En esa piedra en la que tú estás sentado me senté yo para descansar cuando llevaba a mi padre al asilo». El hijo se quedó un rato pensando y al final dijo: «Ah, esto entonces es una cadena, pues la cadena se rompe aquí». Se volvió a cargar a su padre, dio media vuelta y volvió por el camino que había venido, llegó a su casa y dejó allí a su padre hasta su muerte”.

 

A casi todo el mundo le llega un momento en la vida en que se tiene que hacer cargo de sus padres y no todos afrontan la situación de la misma manera. Por regla general las familias más pobres tienden a cuidar a sus mayores hasta la muerte mientras que las más acomodadas asumen la cuestión de diversas maneras, o bien cuidándolos ellos, o pagan a una persona, o los llevan a una residencia de mayores. La figura de los abuelos en la familia antiguamente era lo más habitual, incluso se reflejaba en las historietas que leíamos como, por ejemplo, el simpático abuelo Cebolleta y sus típicas «batallitas». Pero a medida que nos hemos acomodado parece ser que algo nos impide devolverles a nuestros padres los cuidados que ellos nos hicieron a nosotros en reciprocidad. Mucha gente argumenta que no tiene tiempo, pero eso es relativo porque el tiempo es el mismo para todos. La soledad a la que se ven abocados los ancianos es muy dura y muy triste, por eso nos debemos encomendar la tarea de acompañarlos todo lo que podamos pensando en que ellos nunca nos abandonarían a nosotros y amor se paga con amor.

Nunca he estado dentro de una residencia y me la imagino toda llena de ancianos asistidos por los cuidadores, unos caminando, otros en silla de ruedas o con muletas y así. Siempre me viene a la mente una idea de cómo será la vida de esta gente ahí, habrá quien se conforme, quien se sienta a gusto por estar con personas de su misma edad y quien no lo lleve tan bien y se sientan abandonados. Pienso que cada vez que lleguen visitas se quedarán mirando a ver si es para ellos y se decepcionarán la mayoría de las veces, y cuando la visita sea para ellos se les hará cortita y allí se quedarán esperando ansiosos a que llegue la próxima vez que también se les hará poco.

Todos hemos visto alguna vez o muchas a un perro abandonado, vemos como se nos queda mirando como si estuviese suplicando que lo adoptemos y luego sigue mirando a todo el que pasa con la esperanza de que vuelva su dueño, cosa que rara vez pasará. Uno se pone a pensar en esas cosas y se pregunta si ese tipo de gente no siente remordimiento o si cada vez que piensa en la crueldad que cometió no luchará denodadamente consigo mismo para poder superarlo ideando disculpas que justifiquen ese acto dañino y cobarde. Cada cual es libre de hacer lo que quiera y de hecho así sucede y nos enteramos de cosas terribles que pasan a nuestro alrededor que nos llena de estupefacción y no nos cabe en la cabeza que esas cosas sean actos humanos, por otro lado, está la gente bondadosa, que seguro son muchos más, las cuales contrarrestan a la mala gente insuflándonos alegría y esperanza en nuestra propia raza. Cuando realizamos un acto determinado, si es bueno nos enorgullecemos de ello y hablamos del mismo con dignidad y satisfacción, si por el contrario es malo, cada vez que sospechamos que alguien se puede enterar del mismo, nos retiramos subrepticiamente con temor de que seamos descubiertos.

Hay que ser consciente de que cuidar a nuestros mayores requiere mucho sacrificio por nuestra parte y uno puede llegar a pensar que está perdiendo el tiempo. ¿Y qué es perder el tiempo? A mí se me antoja que perderlo es hacer cosas de las cuales no nos podamos sentir orgullosos y además pasará irremediablemente y si la salud lo permite llegaremos a ser viejos y puede ser que cuando nos veamos decrépitos nos acordemos de esa vieja historia que comenté al principio y pensemos en el hijo que pensando en sí mismo se compadeció de su padre.

 

 Agustín Del Pino Calderín

 

«La cigüeña, cuando es vieja, pierde la vista, y procuran cuidarla en su edad madura todas sus pequeñas. Aprendan de las cigüeñas este ejemplo de ternura»

                                                                                                                                                                              

 Martín Fierro

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario