El árbol y las verduras
Había una vez un precioso huerto sobre el que se
levantaba un frondoso árbol. Ambos daban a aquel lugar un aspecto precioso y
eran el orgullo de su dueño. Lo que no sabía nadie era que las verduras se
llevaban fatal. Las verduras no soportaban que la sombra del árbol les dejara
la luz justa para crecer, y el árbol estaba harto de que las verduras se
bebieran casa toda el agua antes de llegar a él, dejándole la justa para vivir.
La situación llegó a tal extremo, que las verduras se
hartaron y decidieron absorber toda el agua para secar el árbol, a lo que el
árbol respondió dejando de dar sombra para que el sol directo de todo el día
resecara las verduras. En muy poco tiempo, las verduras estaban esmirriadas, y
el árbol comenzaba a tener las ramas secas.
Ninguno de ellos cantaba con que el granjero, viendo
que toda la huerta se había echado a perder, decidiera dejar de regarla. Y
entonces tanto las verduras como el árbol supieron lo que era la sed de verdad
y estar destinados a secarse.
Aquello no parecía tener solución, pero una de las
verduras, un pequeño calabacín, comprendió la situación y decidió cambiarla. Y
a pesar del poco agua y el calor, hizo todo lo que pudo para crecer, crecer y
crecer…. Y consiguió hacerse tan grande, que el granjero volvió a regar el
huerto, pensando en presentar aquel hermoso calabacín a algún concurso.
De esta forma las verduras y el árbol se dieron cuenta
de que era mejor ayudarse que enfrentarse, y de que debían aprender a vivir con
lo que les tocaba, haciéndolo lo mejor posible, esperando que el premio viniese
después.
Así que juntos decidieron colaborar con la sombra y el
agua justos para dar las mejores verduras, y su premio vino después, pues el
granjero dedicó a aquel árbol los mejores cuidados, regándolos y abonándolos mejor
que ningún otro en la región.
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