LAGARES DE LEYENDA:
IPOBONA, BAENA, Y LA PIEDRAESCRITA
Estatua de Livia
Cuenta
nuestro autor que una inscripción mortuoria de veinte siglos de historia pone
fecha a este relato de la antigua “Iponombia” romana, Iponoba es el nombre de
una ciudad ibero-romana de la Bética asentada en el actual cerro del
Minguillar, en el término municipal de Baena. Era tiempos del emperador Octavio
cuando una joven patricia, Livia, de celebrada belleza crecía en este sitio del
cerro del Minguillar. De sangre noble, pero de poca fortuna en bienes, pasó los
mejores años de su vida siendo importunada por multitud de rendidos pretendientes.
Sin
embargo, y pese a beneficio que reportaría un buen matrimonio, Libia nunca
presentó sus favores. Guardaba con celo un secreto que su sangre le impedía
confesar; estaba enamorada de un esclavo, Tito. Su amor le hacía libre, pero
llevaba consigo su deshonra. Soñó hacerle libre, pero, como en Lázaro y el
noble, era pobre a pesar de su linaje. Su empeño fue en vano.
Sin
embargo, no cejó en su empeño y “marchita ya su belleza” renunció a su nobleza
y “esposa fue del esclavo”
La fuente de la piedra escrita
Un doloroso error.
Pronto
lloró arrepentida. Pues su matrimonio la hacia de por vida y esclavos a su
descendencia. Pero lo peor estaba por llegar; el señor le hizo saber que
tomaría el lecho conyugal a su antojo pese a que la ley la protegiera. “Invocó
la ley en vano; el legislador romano tan inocuas las hacía, que el siervo allí
no tenía ni la condición de humano”.
No
obstante, la suerte estaba echada para nuestra íntegra protagonista. No se
sometería a ese horror, ni permitiría tal Ultraje. “Quiso morir con valor antes
que mancha afrentosa cayera sobre su honor”.
Tito,
al verla morir la besó y dijo: “¿por qué sufrir si así la libertad se
alcanza?”.
Entonces
tomó el puñal con el que su esposa se había dado muerte, “Tu suerte, es mi
suerte”
Así,
el pueblo conmovido por su historia les dio un único entierro. Fue tan
respetada la sepultura que “aún vemos al pie del cerro, en viva peña esculpido,
un letrero singular que sus nombres acredita; y hoy el lugar se llaman: La
Piedra Escrita y el Cerro del Minguillar”
(F.
Valverde, 1900)
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