martes, 26 de septiembre de 2023

ALCAUDETE Y LA PUERTA DE LA TRAICIÓN

 

ALCAUDETE Y LA PUERTA DE LA TRAICIÓN

Lugares de leyenda, situado a los pies de la sierra Ahillos en el extremo sur occidental de la provincia de Jaén en la encrucijada de caminos que une Córdoba, Granda y Jaén, Alcaudete ha desempeñado un papel estratégico a lo largo de la historia.



En la cumbre del cerro se sitúa uno de los castillos más importantes y mejor conservados de la provincia. De alcázar islámico pasó a ser fortaleza de la Orden Militar de Calatrava, motivo por el que los calatravos edificaron una imponente fortaleza conocida como inexpugnable y nunca conquistada por la fuerza de las armas.

Alcaudete es tierra de frontera y leyenda…

Corría el año 1408 cuando el sultán nazarí Muhamad VII puso cerco a la ciudad de Alcaudete con siete mil caballeros, doce mil peones y numerosas máquinas de guerra. Estableció su campamento en el Ruedo Alto y la tienda del rey dende en la actualidad está la Cruz de Piedra que recuerda tal hecho. En el lado castellano Martín Alonso de Montemayor, su hermano don Diego y el comendador de Martos, todos ellos defendiendo la fortaleza con sus hombres. Años atrás había pertenecido con orgullo a los monjes- guerreros de la Orden de Calatrava que defendieron este enclave fronterizo, pero ahora les tocaba a ellos, los nobles castellanos medir sus fuerzas con el sultán nazarí.



Las primeras andadas de sarracenos no se hicieron esperar y tras despuntar el sol atacaron la fortaleza tres veces siendo inútil su esfuerzo en conquistar el enclave. Tras la puesta de sol, Muhamad VII se reunió con sus jefes para buscar el sitio más vulnerable y menos defendido y así poder hacerse con e castillo. Nadie pudo dar una respuesta satisfactoria al sultán, el revuelo fue grande y el enojo de Muhamad VII, superior.

Mientras todos cavilaban buscando una solución, el consejero Yusuf, un personaje siniestro vestido con albornoz, propuso que solo si abrían la puerta desde el interior la empresa llegaría a buen fin. Todos rieron de la fantasiosa idea del consejero, pero el sultán muy serio preguntó.

- ¿Y cómo pretendes que nos abran las puertas?

- Solo hay que confiar en Alá…y en Yasmín.

- Quién es Yasmín?

- Una sobrina mía que bautizaron por la fuerza los perros cristianos cuando la capturaron en una algarada, Ella es la que se ha puesto en contacto conmigo para abrirnos una puerta ubicada en un recóndito lugar y custodiada por un solo soldado. Esta noche un reducido grupo de hombres escogidos podrán penetrar y abrir las puertas principales al grueso de la tropa que esperará en el lugar escogido.

Al sultán le pareció bien y dio órdenes para que se ejecutase.



Y así fue como a media noche Yasmín, que había seducido al soldado de guardia, aprovechó la ocasión para clavar una daga en el cuello de su víctima. De improvisto, apareció un monje con una capa blanca y una gran cruz negra en el pecho. Estupefacta, intento con todas sus argucias engatusarlo como hizo con el soldado, pero el monje le dijo:

- ¡La Orden de los Calatravos juramos hace siglos vivir en pobreza, obediencia y castidad…, así que tus encantos no harán efecto en mí!

Y con un rápido movimiento atravesó el cuerpo de la mujer que había abierto la reja de la puerta para que entraran los soldados del sultán. Con celeridad, estos rodearon al calatravo que se movió con cuidado esperando el ataque de los sarracenos. De pronto, las espadas volaron cortando el aire de la noche y en pocos minutos los cuatro sarracenos yacían sin vida en la puerta de la Traición, como fue llamada desde entonces.



Hubo varios intentos más por asaltar la fortaleza, pero todos fracasaron. De nuevo el consejero ideó otro plan para entrar en el castillo, consistía en utilizar una mina que llegase hasta el interior de la fortaleza. En esta ocasión el sultán, harto de los fracasos del consejero de albornoz negro, lo puso al frente de los soldados que entrarían bajo el suelo hasta la fortaleza y si fracasaba, sería el primero en morir. Los cristianos supieron de la mina por un soldado que tenía fama de piadoso, reservado y poco hablador que apareció una mañana en la plaza de armas vestido solo con un pobre jubón y un hatillo del que no se separaba, su espada era de las más antiguas. En su escudo, aunque muy sucio, se podía vislumbrar una gran cruz negra pintada. El comendador de Martos se había fijado en él varias veces a lo largo del asedio y sabía que era de fiar, así que mando hacer una contra mina con tan buena suerte que dieron con los moros, entablándose una terrible lucha en el interior de la galería que acabó con la derrota de los asaltantes, que tuvieron que retirarse ya que los cadáveres amontonados les impedía seguir la lucha.

Siguieron dos días más de lucha y Muhamad VII levantó el asedio y regresó a Granada sin conseguir su objetivo, rendir la inexpugnable fortaleza de Alcaudete.

Cuentan que cuando evacuaron la mina de cadáveres encontraron un albornoz negro junto a una capa de calatravo sin rastro de soldado ni consejero sarraceno.

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