ALCAUDETE
Y LA PUERTA DE LA TRAICIÓN
Lugares
de leyenda, situado a los pies de la sierra Ahillos en el extremo sur
occidental de la provincia de Jaén en la encrucijada de caminos que une
Córdoba, Granda y Jaén, Alcaudete ha desempeñado un papel estratégico a lo
largo de la historia.
En
la cumbre del cerro se sitúa uno de los castillos más importantes y mejor
conservados de la provincia. De alcázar islámico pasó a ser fortaleza de la
Orden Militar de Calatrava, motivo por el que los calatravos edificaron una
imponente fortaleza conocida como inexpugnable y nunca conquistada por la
fuerza de las armas.
Alcaudete es tierra de frontera y
leyenda…
Corría
el año 1408 cuando el sultán nazarí Muhamad VII puso cerco a la ciudad de
Alcaudete con siete mil caballeros, doce mil peones y numerosas máquinas de
guerra. Estableció su campamento en el Ruedo Alto y la tienda del rey dende en
la actualidad está la Cruz de Piedra que recuerda tal hecho. En el lado
castellano Martín Alonso de Montemayor, su hermano don Diego y el comendador de
Martos, todos ellos defendiendo la fortaleza con sus hombres. Años atrás había
pertenecido con orgullo a los monjes- guerreros de la Orden de Calatrava que
defendieron este enclave fronterizo, pero ahora les tocaba a ellos, los nobles
castellanos medir sus fuerzas con el sultán nazarí.
Las
primeras andadas de sarracenos no se hicieron esperar y tras despuntar el sol
atacaron la fortaleza tres veces siendo inútil su esfuerzo en conquistar el
enclave. Tras la puesta de sol, Muhamad VII se reunió con sus jefes para buscar
el sitio más vulnerable y menos defendido y así poder hacerse con e castillo.
Nadie pudo dar una respuesta satisfactoria al sultán, el revuelo fue grande y
el enojo de Muhamad VII, superior.
Mientras
todos cavilaban buscando una solución, el consejero Yusuf, un personaje
siniestro vestido con albornoz, propuso que solo si abrían la puerta desde el
interior la empresa llegaría a buen fin. Todos rieron de la fantasiosa idea del
consejero, pero el sultán muy serio preguntó.
-
¿Y cómo pretendes que nos abran las puertas?
-
Solo hay que confiar en Alá…y en Yasmín.
-
Quién es Yasmín?
-
Una sobrina mía que bautizaron por la fuerza los perros cristianos cuando la
capturaron en una algarada, Ella es la que se ha puesto en contacto conmigo
para abrirnos una puerta ubicada en un recóndito lugar y custodiada por un solo
soldado. Esta noche un reducido grupo de hombres escogidos podrán penetrar y
abrir las puertas principales al grueso de la tropa que esperará en el lugar
escogido.
Al
sultán le pareció bien y dio órdenes para que se ejecutase.
Y
así fue como a media noche Yasmín, que había seducido al soldado de guardia,
aprovechó la ocasión para clavar una daga en el cuello de su víctima. De
improvisto, apareció un monje con una capa blanca y una gran cruz negra en el
pecho. Estupefacta, intento con todas sus argucias engatusarlo como hizo con el
soldado, pero el monje le dijo:
-
¡La Orden de los Calatravos juramos hace siglos vivir en pobreza, obediencia y
castidad…, así que tus encantos no harán efecto en mí!
Y
con un rápido movimiento atravesó el cuerpo de la mujer que había abierto la
reja de la puerta para que entraran los soldados del sultán. Con celeridad,
estos rodearon al calatravo que se movió con cuidado esperando el ataque de los
sarracenos. De pronto, las espadas volaron cortando el aire de la noche y en
pocos minutos los cuatro sarracenos yacían sin vida en la puerta de la
Traición, como fue llamada desde entonces.
Hubo
varios intentos más por asaltar la fortaleza, pero todos fracasaron. De nuevo
el consejero ideó otro plan para entrar en el castillo, consistía en utilizar
una mina que llegase hasta el interior de la fortaleza. En esta ocasión el
sultán, harto de los fracasos del consejero de albornoz negro, lo puso al
frente de los soldados que entrarían bajo el suelo hasta la fortaleza y si
fracasaba, sería el primero en morir. Los cristianos supieron de la mina por un
soldado que tenía fama de piadoso, reservado y poco hablador que apareció una
mañana en la plaza de armas vestido solo con un pobre jubón y un hatillo del
que no se separaba, su espada era de las más antiguas. En su escudo, aunque muy
sucio, se podía vislumbrar una gran cruz negra pintada. El comendador de Martos
se había fijado en él varias veces a lo largo del asedio y sabía que era de
fiar, así que mando hacer una contra mina con tan buena suerte que dieron con
los moros, entablándose una terrible lucha en el interior de la galería que
acabó con la derrota de los asaltantes, que tuvieron que retirarse ya que los
cadáveres amontonados les impedía seguir la lucha.
Siguieron
dos días más de lucha y Muhamad VII levantó el asedio y regresó a Granada sin
conseguir su objetivo, rendir la inexpugnable fortaleza de Alcaudete.
Cuentan
que cuando evacuaron la mina de cadáveres encontraron un albornoz negro junto a
una capa de calatravo sin rastro de soldado ni consejero sarraceno.
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