RELATO CORTO DE NAVIDAD
TE SIENTO CERCA
Era Nochebuena y se
reunía toda la familia como cada año cada o alrededor de la mesa. En la cocina
se papaba el ajetreo. María se afanaba para que todo estuviera en el punto
exacto como siempre había hecho su madre. Este año su madre no estaba y un
cáncer tenía la culpa desde hacía nueve meses. Era la primera Navidad sin ese
“alma mater”. María había decidido coger el relevo. En cierto modo era su forma
de recordarla, de emularle y recoger su legado en forma de recetas de cocina
sabiamente susurradas. Ahora esas recetas cobraban sentido y encontraban ese
lugar remoto en su vívida memoria.
Se respiraba un sentimiento
agridulce. Por un lado, añoraba profundamente su presencia, su olor su voz, su
risa. Esa sensación le entristecía y le empujaba a llorar por dentro. Pero por
otro lado y de forma casi mágica la figura de su madre vivía fuertemente en su
mente, como si no hubiera muerto. Esa fuerza de la memoria le ayudó para que la
cena fuera un éxito. Entendió que a su madre le haría feliz y se sentiría
orgullosa de ella. Desde dónde estuviera. Ese sentimiento le llenaba de una
cierta alegría y le hacía sonreír.
Los niños correteaban por
la casa y jugaban ajenos a aquellos sentimientos encontrados de la noche. Los demás
charlaban de tema intrascendentes o miraban distraídamente el televisor,
esperando el pistoletazo de salida para sentarse en la mesa y celebrar la
Nochebuena.
Había buena materia prima
en forma de entrantes: buen jamón, queso curado, gambas y variados canapés.
María tras dejarlo todo en orden, acabó de arreglarse y tras un largo suspiro
ejerció de digna anfitriona. Nadie osó a sentase en la silla del alma ausente. María
optó por hacerlo con decisión, con orgullo, honrando su memoria. Los demás
comensales se sintieron aliviados. La velada a partir de ahí continuó.
Primer plato. Segundo plato.
Postres. Café. Turrones y polvorones. Faltaba cantar villancicos. El alma
ausente los cataba muy bien y alegraba a todos la cena con pandereta incluida.
En el ambiente se cocía una conspiración silenciosa. No se hablaba de ella para
mitigar el dolor de los que sabían que ya no volvería.
Otra vez María. Rompió el
hielo. Con la copa de cava en la mano propuso un brindis por su madre:
“Brindemos por mamá. Por esa mujer gigante que luchó lo indecible por vernos
crecer. Por su bondad, por su dulzura y por su generosidad. Porque sé que le gustaría
vernos así: felices, recordándola. Quiero que se sienta orgullosa de nosotros.
Gracias mamá por todo lo que nos has dado”.
A partir de ahí todos
hablaron de ella y su ausencia se hizo menos ausencia.
María cogió su copa de
cava, se levantó y salió al balcón, miró hacia el celo estrellado, levantó la
copa y en su pensamiento dijo “gracias mamá por estar ahí”, en ese mismo
instante se cruzó una estrella fugaz y ella lanzó un beso al aire.
Fin.
La Navidad no es tiempo
de felicidad para todos. Hay personas que sufren mucho en estas fechas y desean
que estos días pasen rápido. Este relato lo dedico mi mujer y mis cuñadas y
toda la familia por la pérdida de mi suegro que ha dejado un vacío muy
importante en nuestra familia y en nuestros corazones, también a todas aquellas familias que han perdido un ser querido y
que esta primera Navidad puede resultarles dura y triste. Deseo sinceramente
que encuentren la forma de afrontar ese duelo inevitable.
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