lunes, 25 de diciembre de 2023

TE SIENTO CERCA

 

RELATO CORTO DE NAVIDAD

Los que se han ido están siempre con nosotros y también lo estarán en esta Navidad que estamos. Para estas fechas, da la impresión que las ausencias de los seres amados se sienten con más fuerza. Será muy bueno y sanador para nuestra alma, pensarlo desde otro punto de vista.

Ese vacío debe sentirse sólo en una silla que ya no se ocupa, un plato menos en la mesa, una copa menos a colocar. Quien se fue, no nos ha abandonado, al contrario, sigue a nuestro lado. Su alma no ha muerto y es, a través del alma que creamos nuestros vínculos.

El amor nos acompaña a cada paso, en cada momento de nuestra vida, porque vive en nuestro corazón y de allí no se mueve. Es duro saber que esa persona no compartirá la mesa navideña, la presencia física se extraña, su risa, su voz, sus palabras.

Si aprendemos a ver las cosas con los ojos del corazón, podremos transitar mejor esta época del año que, si bien es hermosa, parece hacernos sentir que las ausencias pesan más. Tratemos que lo que más se sienta en esta Navidad, no sea su ausencia, sino su recuerdo.

Intentemos que se agrande, que nos acompañe en los preparativos, que tenga un lugar en la mesa para el cual no es necesario una silla. Las personas que se han ido, sólo mueren si nadie las recuerda. Nadie puede quitarnos el dolor de perder a un ser amado, pero éste dolor puede mermar si de corazón sentimos que su alma sigue a nuestro lado y si hacemos que su recuerdo siga vivo.

Por eso, ésta y todas las Navidades que vengan, a todas las personas que sólo físicamente nos han dejado, hagámosles más que nunca un lugar en nuestro corazón. Invitémosla a la fiesta del alma y también ¿por qué no?, alcemos una copa por ellas.

TE SIENTO CERCA

Era Nochebuena y se reunía toda la familia como cada año cada o alrededor de la mesa. En la cocina se papaba el ajetreo. María se afanaba para que todo estuviera en el punto exacto como siempre había hecho su madre. Este año su madre no estaba y un cáncer tenía la culpa desde hacía nueve meses. Era la primera Navidad sin ese “alma mater”. María había decidido coger el relevo. En cierto modo era su forma de recordarla, de emularle y recoger su legado en forma de recetas de cocina sabiamente susurradas. Ahora esas recetas cobraban sentido y encontraban ese lugar remoto en su vívida memoria.

Se respiraba un sentimiento agridulce. Por un lado, añoraba profundamente su presencia, su olor su voz, su risa. Esa sensación le entristecía y le empujaba a llorar por dentro. Pero por otro lado y de forma casi mágica la figura de su madre vivía fuertemente en su mente, como si no hubiera muerto. Esa fuerza de la memoria le ayudó para que la cena fuera un éxito. Entendió que a su madre le haría feliz y se sentiría orgullosa de ella. Desde dónde estuviera. Ese sentimiento le llenaba de una cierta alegría y le hacía sonreír.

Los niños correteaban por la casa y jugaban ajenos a aquellos sentimientos encontrados de la noche. Los demás charlaban de tema intrascendentes o miraban distraídamente el televisor, esperando el pistoletazo de salida para sentarse en la mesa y celebrar la Nochebuena.

Había buena materia prima en forma de entrantes: buen jamón, queso curado, gambas y variados canapés. María tras dejarlo todo en orden, acabó de arreglarse y tras un largo suspiro ejerció de digna anfitriona. Nadie osó a sentase en la silla del alma ausente. María optó por hacerlo con decisión, con orgullo, honrando su memoria. Los demás comensales se sintieron aliviados. La velada a partir de ahí continuó.

Primer plato. Segundo plato. Postres. Café. Turrones y polvorones. Faltaba cantar villancicos. El alma ausente los cataba muy bien y alegraba a todos la cena con pandereta incluida. En el ambiente se cocía una conspiración silenciosa. No se hablaba de ella para mitigar el dolor de los que sabían que ya no volvería.

Otra vez María. Rompió el hielo. Con la copa de cava en la mano propuso un brindis por su madre: “Brindemos por mamá. Por esa mujer gigante que luchó lo indecible por vernos crecer. Por su bondad, por su dulzura y por su generosidad. Porque sé que le gustaría vernos así: felices, recordándola. Quiero que se sienta orgullosa de nosotros. Gracias mamá por todo lo que nos has dado”.

A partir de ahí todos hablaron de ella y su ausencia se hizo menos ausencia.

María cogió su copa de cava, se levantó y salió al balcón, miró hacia el celo estrellado, levantó la copa y en su pensamiento dijo “gracias mamá por estar ahí”, en ese mismo instante se cruzó una estrella fugaz y ella lanzó un beso al aire.

Fin.

La Navidad no es tiempo de felicidad para todos. Hay personas que sufren mucho en estas fechas y desean que estos días pasen rápido. Este relato lo dedico mi mujer y mis cuñadas y toda la familia por la pérdida de mi suegro que ha dejado un vacío muy importante en nuestra familia y en nuestros corazones, también a todas aquellas familias que han perdido un ser querido y que esta primera Navidad puede resultarles dura y triste. Deseo sinceramente que encuentren la forma de afrontar ese duelo inevitable.

 Juanfer


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