domingo, 24 de abril de 2022


 

Recientemente la muerte visitó a mi familia y recordé que alguna vez escuché una historia de Sakyamuni Buda respecto a la muerte como parte integral de la vida.

 

Al buscar esa historia, encontré esta página y quise volverla a publicar aquí, pues lo que, en teoría, y ahora en lo real de la vida cotidiana pienso que es de enorme importancia, son estos puntos:

-En primer lugar, la aceptación del regalo de la vida y la aceptación de que ese regalo va a terminar un día para ti, para mí, para nuestros seres queridos y para cada ser vivo.


-Luego, la importancia de no dejar asuntos pendientes, como dice más abajo el autor; de vivir plenamente cada momento, de decir lo que necesites decir y hacer lo que quieras hacer. Ahora la historia del Buda:

 

Cuento del Budismo sobre la muerte

Cuentan que una madre llorosa se acercó a Buda con su hijo muerto en brazos. “¡Por favor, iluminado, ayúdame!” le dijo con el rostro cubierto de lágrimas. “¿Qué puedo hacer por ti?” preguntó Buda extendiéndole la mano. “Cura a mi hijo, no puedo vivir sin él. Tú eres un hombre de grandes poderes, devuélvele la vida”.

Buda esbozó una sonrisa compasiva y le dijo “con gusto haré lo que me pides y sólo te pediré algo a cambio: debes traerme tres semillas de mostaza que obtengas de un hogar al que jamás haya visitado la muerte”. La madre se alegró, y con el niño sin vida aún en brazos, corrió rumbo a la aldea para cumplir su parte.

En la primera puerta que tocó una mujer se ofreció a entregarle las semillas. “Seguramente que en esta casa nadie ha muerto” dijo la madre. “Los que vivimos bajo este techo somos pocos, comparado con todos los que murieron aquí” dijo la mujer, así que la madre debió rechazar las semillas. En la segunda puerta se enteró que hacía un año el hermano del dueño había muerto a causa de un accidente. Lo mismo le sucedió el resto del día: si no había sido un hermano, era un hijo o algún otro familiar el que había fallecido en el pasado.

Al atardecer volvió al bosque, aún con el niño sin vida en sus brazos. “Así que no hay cura para la muerte, después de todo” pensó y enseguida dejó al pequeño sobre una cama de flores. Luego regresó al lugar donde se encontraba Buda y le dijo con resignación “es imposible, no existe el hogar que jamás haya conocido la visita de la muerte”.

“No eres la única que ha perdido un hijo frente a la muerte” dijo Buda.

“Por favor, admíteme como tu discípula” pidió.

La mujer fue inmediatamente aceptada. Una tarde que meditaba observando una lámpara de aceite vio como las llamas se apagaban una tras otra. “La vida es como estas llamas. Algunas arden, otras se agitan y se van” pensó. Y cuentan que pasadas las horas seguía observando la lámpara, hasta que alcanzó la iluminación.

 

Dice el Dhammapada, un libro que recoge las enseñanzas de Buda, esta frase que se acerca a la experiencia de la madre.

“Cual torrente que arrasa un poblado, así la muerte se lleva consigo lo que atesoramos. Cuando ésta llega con todo su poder, hijos, parientes y amigos no pueden detenerla.”

Ya que no es posible detenerla, curarla o escaparle ¿qué nos queda?

En días recientes he conversado con varios amigos que han perdido o están a punto de perder a un familiar. Cada quien está viviendo esa visita a su manera, y por supuesto, no es asunto fácil.

Pero entender la muerte como parte de la vida, pero, sobre todo, que los asuntos de la vida se deben resolver en el presente para que al llegar la muerte no existan temas pendientes, sin duda ayuda a procesar el dolor y la transformación que acompaña su visita.

Muy pocas personas, budistas y de otras tradiciones, pueden decir que están preparadas para el momento de la muerte. Para las personas “normales”, lo que podemos hacer es aceptarla como parte del acto de vivir; como el recordatorio de que todo esto va a acabar algún día.

Testimonio de una lectora:

Hace 2 años mi hijo de 17 años murió en un accidente. Mi hijo me dejó llena de amor, de esperanza, de alegría. Las lágrimas ayudaron a drenar mi tristeza.

Se que a Él le encanta verme contenta, y si hoy estoy cuerda, feliz y plena es porque pedí ayuda, porque entiendo el significado de la vida y sé que morir es una parte de la vida. Se que mi hijo solo se transformó y que el amor que nos une es tan fuerte que casi parece increíble la conexión que nos une.

Él se las arregla para que yo pueda sentir su presencia: A través del aire, de un pájaro, de una mariposa o lo que sea que para mí tenga sentido. El tiempo solo no cura. Hay que hacer algo en el tiempo.

Abrazo a todos con profundo amor y respeto y espero que mis palabras puedan ayudar un poco.

Leticia 


Francisco Aguirre S.. (2013). 3 enseñanzas del Budismo para enfrentar la muerte. Recuperado de Irradia Terapia Méxicohttps://psicologos.mx/ensenanza-del-budismo-frente-a-la-muerte.php


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