Este relato, ‘Una
lección de humildad’, es un cuento corto del genial escritor afroamericano
James Baldwin (1924-1883). Se trata de una breve anécdota de uno de los califas
más importantes (al que también se hace referencia en el libro ‘Las mil y una
noches’). No te pierdas este breve cuento que nos habla sobre todo de humildad.
Un fabuloso cuento corto con valores: Una lección de humildad
Resulta que el gran califa Harún al Rashid de Bagdad, uno de los más ricos
en Arabia, decidió ofrecer un gran banquete en su majestuoso palacio para
demostrar a todos las grandes riquezas que poseía.
Entre los invitados estaba el poeta más reconocido y admirado por el
califa, y no dudó en sentarse a su lado.
La estancia estaba repleta de objetos de oro, plata y piedras preciosas.
La mesa, de suculentos y caros manjares. Todo brillaba y los invitados estaban
realmente asombrados por aquella demostración de lujos y poder.
El califa, orgulloso y pletórico, pidió al poeta en un momento dado, tras
la cena, que le dedicara unos versos:
– ¿Podrías describir con tus bellas palabras cómo ha sido este banquete? -
le pidió el califa.
– Por supuesto- respondió el poeta.
Una lección de humildad: Los versos que curaron la ceguera del califa
Entonces, se puso en pie y comenzó de esta forma:
– ¡Salud!, oh califa, y goza bajo el abrigo de vuestro extraordinario
palacio.
– Bien, bien, continúa- dijo Rashid.
– Que en cada nuevo amanecer te llegue también una nueva alegría. Y que en
cada atardecer puedas ver realizados todos tus deseos.
– Fantástico, sigue, sigue...
– ¡Pero cuando la hora de la muerte llegue, oh mi califa, entonces,
aprenderás que todas las delicias de la vida no fueron más que efímeros
momentos, como una puesta de sol!
El califa entonces se sintió terriblemente abatido y escondió sus ojos
llorosos bajo las manos. Uno de los oficiales allí presentes, recriminó al
poeta:
– ¿Cómo te atreves? ¡Has hecho llorar a nuestro anfitrión!
Pero el califa, lejos de apoyar esas palabras del oficial, dijo:
– No, no le regañes por algo que hizo bien. Ha sido el único capaz de
curarme la ceguera para que por fin pueda ver bien.
Reflexiones sobre el cuento Una lección de humildad
No hay más ciego que
el que no quiere ver.., y en este caso un simple poeta consiguió abrir los ojos
del corazón del califa iraní (que existió de verdad y cuyo nombre significa
‘Aarón el justo’):
• Las riquezas
materiales son efímeras: Los más codiciosos no saben verlo porque una venda
se encarga de cegarles, pero en realidad, el dinero y las riquezas materiales,
los lujos más ostentosos, son efímeros. Y el califa, que en un principio estaba
orgulloso de atesorar tantos bienes materiales, al fin pudo ver su gran
equivocación gracias a las palabras del poeta, el único capaz de ayudarle a
quitarse esa venda de los ojos.
• Realmente lo que
más vale no se ve: Por mucho dinero que tuviera el califa y muchos manjares
con los que obsequiara a sus invitados, nunca podría compararse con una simple
puesta de sol. En realidad, lo más hermoso no puede verse, es gratuito y no
puede poseerse. Es inmaterial y libre. Como lo puede ser el amor.
• La sinceridad que
ayuda a ver mejor: Ninguno de los allí presentes en el banquete, a
excepción del poeta, habían sido capaces de ver más allá de las apariencias de
tantos lujos. No habían sido capaces o no se atrevían de decir nada al califa
por miedo a perder ciertos privilegios.
El más valiente fue el
poeta, que fue el único sincero. Y es que a veces, para decir la verdad, hay
que ser valiente y no temer nada. El poeta, que sí era capaz de ver más allá de
esos lujos, no tuvo miedo a la hora de explicar al califa que aquella invitación
estaba muy bien, pero que no era lo más importante en la vida, ya que aquí todo
lo material está de paso.
«Lo más valioso es aquello que no se ve»
— (Reflexiones de ‘Una lección de humildad’)
• La humildad del
califa: Reconocer un error es de humildes. Reconocer que nos equivocamos, o
que estábamos ciegos, de humildes y de valientes. Y el califa recibió aquella
lección con mucha humildad. No era el más poderoso, al fin y al cabo, y lo
entendió a la perfección. Y no era el más poderoso porque aquello que más vale
no es pertenencia de nadie. Por eso, en Una lección de humildad, recibió aquel
poema como una buena lección de humildad: al final nadie es más que nadie.
Todos recibiremos a la muerte por igual, sin importar el dinero ni el poder
acumulado durante la vida.